Rocío Hervella como colaboradora con el Servicio de Estudios Económicos de Castilla y León.
El Consejo de seguridad de las Naciones Unidas en su reunión de 19 de mayo del corriente año trató como tema clave la creciente e imparable crisis mundial alimentaria ya iniciada antes de la guerra Rusia-Ucrania e impulsada exponencialmente por los diversos acontecimientos sufridos a nivel mundial empezando por la COVID 19 que puso de manifiesto la tensión en cadenas logísticas de suministro, las políticas proteccionistas de grandes productores de materias primas base e intensificadas por el conflicto bélico. Hay economías desproporcionalmente afectadas como el Norte de África, Oriente medio, el cuerno de África y Asia central y Occidental.
Los factores que afectan a la cadena de suministro mundial de alimentos han sufrido cambios que no son cíclicos sino sísmicos. Son cinco retos que están sucediendo a la vez que cada uno sólo por sí mismo sería ya extraordinario, todos juntos han puesto en situación de riesgo de hambruna a 400 MM de personas, el equivalente al número de personas que China ha sacado de la lista de la pobreza en los últimos 20 años.
En España, esta situación que se traduce en mayores dificultades de suministro, reducción de mercados potenciales e inflación provocará inevitablemente un riesgo en la aceleración que habíamos experimentado en las exportaciones, sobre todo en sectores estratégicos país como el agroalimentario y el de automoción.
La situación en que coloca esta visión macro a nuestra comunidad, Castilla y León desde el punto de vista de retos y oportunidades es clara. La foto que tenemos hoy de la comunidad con sus 25 habitantes por km cuadrado tiene que evolucionar y apalancarse en sus fortalezas y esto sólo se puede hacer a través del camino de la colaboración público-privada y de la optimización de los fondos europeos y los presupuestos propios dedicados a unos objetivos de transformación claros y concretos, refrendados por la mayoría política e impulsados por todos los agentes económicos y sociales. El reto es tan titánico que solo un esfuerzo conjunto puede posicionarnos en el futuro como una comunidad de oportunidades. La buena noticia es que si queremos podemos.
Leyendo las tendencias globales tenemos que escribir el mapa de ruta integral y transversal de nuestra comunidad para los próximos tres años e impulsar cuatro bloques esenciales de trabajo:
1) Talento: Sin personas no hay futuro ni para la industria ni para los servicios. Impulsar la formación adaptada a las necesidades reales de las empresas, acortando los tiempos de cambio y apalancándonos en el emprendimiento, la digitalización y la sostenibilidad
2) Impulso del sector energético, ya puntero en eólicas pero escaso en biomasa y fotovoltaica para el autoabastecimiento tanto de explotaciones agrícolas como de establecimientos industriales.
3) Impulso de iniciativas que pongan en valor el patrimonio cultural aprovechando nuestra gran herencia tanto en monumentos históricos como en el cada vez más internacional camino de Santiago.
4) Impulso de la industrialización efectiva, sabiendo leer los efectos coyunturales generados por los vaivenes geopolíticos, compensándolos con todas las herramientas al alcance de todos los actores tanto administrativos como sociales como empresariales y con el apoyo efectivo a la transición digital necesaria por los cambios energéticos y tecnológicos
Otro aspecto a considerar, es el tamaño de nuestras empresas, el apalancamiento en las medianas para que tiren de las pequeñas es absolutamente necesario y el papel de las asociaciones en este cometido es esencial porque sólo ellas pueden actuar de dinamizadoras y de traslado de buenas prácticas con la velocidad requerida.
Tenemos un refranero que define muy bien las situaciones, tenemos buenas mimbres para tejer los cestos, pero falta que nos pongamos a ello de verdad. Hagamos cestos que hoy es el mejor momento para ello. Nuestra ruralidad y extensión hoy puede ser el litio del mundo. Pongámonos a ello cuanto antes.