Las sombras de la incertidumbre
Finaliza 2021, y donde se habían puesto hace un año importantes esperanzas, las mismas no parecen llegar a su término, sino que se desvanecen empañadas por la concurrencia de una serie de circunstancias -atípicas hasta el momento-, como es la falta de materias primas, que está endureciendo cuellos de botella en las cadenas de suministro, rompiendo el habitual dinamismo del flujo comercial, e impactando en la inversión y el consumo.
De forma paralela, a este adverso escenario se ha unido un elevadísimo incremento de los costes energéticos; con ello, el alcance de una histórica subida de la inflación. Y también, finalizamos este ejercicio económico con nuevas señales de repunte de contagios por el Covid-19, y su previsible impacto en la actividad empresarial.
A este entorno realmente convulso, se une el hecho de cómo el “maná” europeo no acaba de aterrizar en la economía real de nuestro país, por más que continúa avanzando a mejor ritmo en países europeos con los que mantenemos estrechas relaciones comerciales, como puede ser Francia, donde tampoco se ha impuesto la “no retroactividad” a la hora de diseñar las ayudas derivadas de los Fondos Next Generation EU para el impulso de proyectos “maduros”, innovadores y sostenibles.
La inclusión en nuestro país de este “efecto incentivador” a estas ayudas puede ser el mejor caldo de cultivo para que ciertas inversiones se puedan deslocalizar, o en todo caso, ralentizar el lanzamiento de proyectos inversores, lo cual puede generar un importante “efecto dominó” hacia otros sectores productivos y agentes.
Al tiempo, nos encontramos en este momento con una prórroga del Marco Temporal de Ayudas, cuestión que los empresarios aplaudimos por el importante impacto que pudiera tener en estas propias ayudas, para que lo “escrito” en el Plan España Puede llegue a mejor puerto, como es la imperiosa y fuerte apuesta por cambiar el modelo productivo. Parece que bajo este paraguas bien podría afectarse esa necesaria prórroga de las ayudas a la solvencia de las empresas, que su “corsé burocrático” ha dado como resultado hasta el momento que uno de cada tres euros haya quedado sin receptor empresarial alguno.
Los empresarios trabajamos por y para aumentar la sostenibilidad de la actividad de las empresas y, por ende, de la economía. Por tanto, el foco lo tenemos claro: descarbonización y digitalización de la economía apalancándola en la sostenibilidad, para lograr la necesaria transformación del modelo actual, y así mejorar el nivel de competitividad, y aumentar nuestra resiliencia tecnológica e industrial.
Igualmente, nos preocupa cómo ajustar la oferta formativa a la demanda empresarial. El actual déficit de profesionales cualificados, en especial en determinadas ramas tecnológicas, o en operarios de la construcción, se encuentra conviviendo con una elevada tasa de paro. Este desorden no puede permitírselo este país que en este momento tiene una gran oportunidad para crecer, para situarse a la vanguardia de los países más competitivos. Y, por ello, urge de nuevo cerrar esta brecha formación-empleabilidad.
Del mismo modo, resulta vital estrechar y reforzar la colaboración público-privada. Una adecuada cooperación estratégica es necesaria para adecuar el foco en el largo plazo y que, a su vez, permita actuar en el corto con esa mirada amplia que es la que permite avanzar en términos de sostenibilidad hacia los objetivos planteados de transformación ambiental y digital.
Con todo, finalizo con esperanza para 2022. Sí, los empresarios somos optimistas porque conocemos cómo es vivir en entornos difíciles y lo enfocamos como una oportunidad para continuar avanzando en cuestiones como las que ya están funcionando, y claro que en este momento también me refiero al mercado laboral.
No obstante, insisto, estamos ante una oportunidad única, que requiere de un entorno amigable para el emprendimiento de los proyectos que hagan factible el alcance de estos ambiciosos retos, y con ello de un nuevo modelo económico competitivamente sostenible. No queremos más incertidumbre, queremos reglas conocidas, calidad de la norma y, sobre todo, seguridad jurídica.
Santiago Aparicio Jiménez
Presidente de CEOE Castilla y León